Lo primero que aparece
es el nombre de pila: un ángel.
El apellido: un profeta.
Con un nombre así,
¿debería sorprenderme por tu aparición?
A las 6:40 te enviaron a una posición lejana,
pero acudiste a la más cercana, a tu final.
Cruzaste con pleno conocimiento,
cruzaste el cielo en un torbellino[1].
Los números me ayudan:
Tenía 19 años. Murió por un misil anti tanque.
Batallón 77, unidad 7. Primogénito entre siete hermanos.
Tu mirada me roba las palabras
pero los números aún conservan un significado:
Te vieron por última vez el 7 de octubre de 2023,
abriéndote paso, hasta el final, para salvar y rescatar.
Te vieron por última vez, ascendiendo
en un torbellino hacia los cielos.
Intento regresarte para este poema:
las mejillas pobladas de esa barba incipiente,
la inocente sonrisa infantil,
tus ojos, que destilaban paz.
“Cómo me gustan las profecías
de gloria y de consuelo”,
decías con trece años,
cuando viniste a nuestra tierra
desde la gran América:
un instante en Tierra Santa
y la eternidad en lo profundo de la tierra.
“Mi pastel es más sabroso
cuando son mis amigos
quienes lo comen”, dices.
Desde el corazón de Jerusalén,
con un retraso de tres meses,
con aire en los pulmones
y un cuervo junto a mi ventana,
te contesto:
Tus amigos comen de tu pastel. Están comiéndolo.
Traducido al español por Gerardo Lewin
[1] En consonancia con la referencia anterior, hay aquí una cita del pasaje que refiere la muerte del profeta Elías (Reyes 2, 2).